Me dijeron que fuera libre. Ahora lo soy, aullando a la luna.

5 nov 2012

Paraíso


Quiero volver allí, donde nubes púrpuras cruzan el cielo con elegancia, y mis ojos plateados no temen posarse en las hojas de los árboles, que se mecen con gracia, con sus colores rosáceos, y sus brillos castaños. Era como una elegante danza en el que el único que importaba era ese dulce viento anaranjado que cruzaba el claro.
¿Lo recuerdas, verdad? Yo también. Y me encantaba. Miraba el cielo con una implacable sonrisa, una voraz mirada y un sentimiento de felicidad en el pecho. Y tú también tenías esa mirada ilusionada, que hacía que me alegrara, simplemente, por estar a tu lado.
Nuestra respiración se volvía lenta y tranquila, mientras nos tumbábamos en la hierba de un verde esmeralda, que parecía acariciar nuestras pieles cuando el viento la mecía con increíble rapidez. Sus bordes cortaban nuestras pieles, y acariciábamos sus filos, repitiendo, una y otra vez, que la hierba trataba de besarnos.
Allí, esa naturaleza, era tan perfecta... Era como estar en un sueño que no tenía fin. Y quizá... Y quizá lo fuera, en el fondo. Quizá ese mundo solo exista en mi imaginación, pero quiero volver a él, cada día de mi vida. Quiero tumbarme en su césped, suave y afilado. Quiero acariciar las hojas de los árboles con las manos, y que estas me den suaves golpes en la palma, mientras siento el breve latido de su alma. Quiero tumbarme, mirando ese cielo azul, enmarcado por preciosas nubes púrpuras. Quiero tumbarme en la hierba, y mirarlas contigo, buscándoles formas imposibles. Quiero susurrarte al oído, preguntarte que hay en esas lejanas montañas doradas, que algún día seríamos capaces de escalar.
Quiero preguntarte, porque aparecíamos siempre en el mismo claro, con los mismos colores, los mismos árboles, y las mismas nubes. Quiero preguntarte porque me dejaste sola en ese mundo perfecto. Quiero que me mires a los ojos sin miedo, como solías mirarme. Quiero que beses mis labios con pasión, decisión, y no con miedo. Quiero que no me abandones en este mar de perfección, en este mar de dolor y soledad.
Si este mundo es invento de nuestra creación, dime entonces... ¿Por qué llegué a amarlo tanto? ¿Por qué llegamos a amarlo tanto? Quizá porque era donde, realmente, podíamos desplegar nuestras alas, y echar a volar libres, sin jaulas ni barrotes que rompieran la fragilidad de nuestras almas, perdidas a través de los tiempos. Perdidas a través del cielo, de un intenso y colorido azul. Perdidas. Para siempre.  


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